viernes, 4 de marzo de 2011

El ARMARIO

Cuando Joss salió del armario, pensaba que todo a su alrededor seria un mundo de confeti, lágrimas de su madre, alegría de las hermanas mayores y comprensión por parte del padre...en cambio, cuando confesó sus sentimientos ante la atenta mirada de todos, solo encontró el refugio bajo el exporádico suspiro de la abuela, que hacia años no mostraba vida alguna sentada en un rinón del la casa y bajo el marco de un espejo, el cual mostraba el reflejo del actual panorama.
La misma sensació de vacío sintió al ahogar sus penas catando el vino que encontró bajo la mesa camilla, en la abitación de aquella anciana...y en cuanto hubo acabado con él, se dejó llevar por un inmenso y plácido sueño... En este aparecia Juan, su compañero de colegio y mejor amigo hasta la fecha, pues después de averiguar cuáles eran las intenciones de Joss, la madre le prohibió volver a verle. Ambos salían corriendo en dirección a la céquia, como cada tarde después de clase. Esta vez, era Joss quién se lanzaba desde lo alto de aquella inmensa roca, donde solían tostar sus escualidos cuerpos, tumbados al sol del insoportable calor del Agosto, que como cada año ,secaba los campos. A la céquia iban llegando el resto de amigos de Joss; Nora era la única chica de entre todo aquel montón de hormonas ferbientes, con una notable edad del pavo, espinillas y pelusa en lugar de pelo. Solían bañarse desnudos, pues el pudor o la vergüenza no les llegó hasta que empezaron a entender los cambios que se producían en su cuerpo...Las chicas ya no les parecían aquellos seres insulsos, que molestaban con sus risitas hiséricas y que no sabían parar ni un balón cuando les ponían de porteras, en los partidos de futbol, contra pandillas rivales.
En las fiestas, lo que más les divertía era ver como los mayores, escondidos entre las zarzas, metían mano a las chicas por debajo del sueter, ansiosos de encontrar el tan preciado trofeo, para más tarde fanfarronear con el resto de los amigos. Joss se sentaba junto con los demás chavales, y esperaba a que la chica se dejara hacer...pero casi siempre, ellas se negaban con un sonoro guantazo, huyendo de allí, hacia los brazos de sus madres. No importaba como acabase aquella historia, pues, acurrucados entre la maleza, inventaban bajo sus pantalones, el final que ellos querian. Todos excepto Nora, que inquieta se tapaba los ojos para disimular la enorme exitación, que aquella situación le provocaba...
Joss tenia dos hermanas mayores; había entre ellas y él una clara diferencia de edad, por lo que Joss para Rosa y Lidia era como el muñeco con el qué jugar...le disfrazaban, probaban con él el maquillaje de mamá, le vestian de niña...mientras Joss aguantaba, bajo aquel montón de volantes, lazos y colorete, firme pero sonriente. La primera vez que, sin estar jugando a las princesas, Joss se disfrazó de una, fue cuando lo hizo para carnavales. Al principio, nada más subir a la tarima, y mostrarse ante todos sus paisanos dejando ver un singular desparpajo en el contoneo de sus caderas, al son del aire que desprendia el abanico, el cual manejaba con peculiar destreza, un silencio se apoderó de los allí presentes, pero al cabo de unos segundos, no más de 10, una rompedora carcajada salió de boca del párroco Don Carmelo, alborotando al resto del gentío. Joss emocionado creyó que los aplausos iban dirigidos a su heroidaz, pero sin ir más lejos, y convirtiéndose el hambiente en escándalo, tuvo que huir de allí, entre fuertes risotadas y silbidos. De camino a casa, Don Pelayo, un pobre desgraciado a la que la falta de un ojo, le habia agudizado el oído, descubrió a presencia de Joss, y avalanzándose sobre él ,garrota en mano, le apaleó en defensa de lo que se rumoreaba por el pueblo. Maricón, Maricón! gritaba...un Maricón me esta atacando...tan fuertes sonaban aquellos gritos de angustia, que alertó al resto de chavales, que jugaban con lo poco que quedaba de un tractor. Estos, sin dudarlo un segundo, arremetieron contra Joss con un "puañao" de piedras, las cuales le iban cayendo por encima, hasta que una le alcanzó la coronilla. Al dia siguiente y con media cabeza abierta por aquel impacto, despertó, entre los brazos de su madre. No hay explicación, ni excusa, para que una madre deje de querer a su hijo, pero aquel monigote de feria, en el que Joss se habia convertido, podía con ella. Aquella misma noche, con Joss en vela, parecía la más larga de todo el verano. Por su cabeza aún retumbaban aquellas risas, que los vecinos del pueblo descargaban contra él. Habia dormido solo un par de horas, cuando por su ventana se coló Nora; Ésta se quedó de pié frente a la cama de Joss, mientras las gotas que caían de su pelo, eque empapado por culpa de la lluvia, mojaban la alfombra. Sin mediar palabra, se acercó a la cama y con un gesto tierno, comenzó a acariciar la cara de Joss, despojándole del poco maquillaje, que la almohada no habia borrado...De pronto, un escalofrio recorrió la espalda de Joss, cuando ella agarró con fuerza su entrepierna. Sin remediarlo, bajo el pantalón de su pijama, un pequeña mancha dejó constancia de su gran exitación. Inmovil y sin mediar palabra, Nora comenzó a llorar, Joss le pasó el brazo por el hombro y le sugirió que se fuera, pero ella quería más...Se avalanzó sobre los brazos del chico, y subiendose el camisón por encima de las caderas, se colocó, a horcajadas, sobre las de Joss. Una enorme pena inundó los ojos de él, que abatido por aquella situación, se deslizaba como podía, de entre las piernas de Nora. A la mañana siguiente, amanecieron acurrucados...solo la intensa luz que se colaba por la ventana, hizo que Joss abriera los ojos. Incorporándose como pudo, se dejó llevar por el impulso de la curiosidad...Nora dormía placidamente, cuando los dedos de él se deslizaban entre los tirantes del camisón, solo tardó un segundo en llegar a los tímidos senos, y averiguar que aquellos pezones de un tono rosado, cambiaban de forma al pasar sus llemas por encima. De pronto aquella curiosidad llegó más lejos, cuando decidió colarse por la parte inferior de su anatomía. Llevaba un coulot del mismo color que su piel, pero trasparentaba su pelvis. A penas tenia vello público, y eso atrajo aún más el desconocimiento de Joss sobre cómo estaban hechas las mujeres...No podia creer que toda aquella incógnica se estuviera convirtiendo en el placer de imaginar que aquella piel no fuera precisamente la de Nora. Se dejaba llevar por la inocencia de un adolescente y por aquella situación tan erótica y a su vez tan nueva para él.Tenia ambas manos posadas sobre Nora, cuando decidió colocarse por encima de ella. No sabia bien que hacía, pero un inexplicable impulso le guiaba. Con los ojos entreabiertos, podia vislumbrar el rostro de de la chica, algo tapado por su láceo cabello, que cubria aquellos enormes ojos. Ella con los labios casi abiertos comenzó a jadear. Joss paró por un momento, pero algo le impedia apartarse, tenía miedo, pero tan grande era el placer que sentía en aquellos momentos, que acabó por explotar, cayendo sobre el firme vientre de Nora.
Durante años tuvieron encuentros fugaces como el de aquella noche. Nora empezó a desarrollarse como mujer, algo que a Joss sorprendia cada vez que se adentraba en el calor de su sexo. No parecía importarles el lugar ni la hora, pués cualquier momento era idóneo para desfogar su descontrolada rutina sexual.
Con el tiempo, ambos se habían convertido en lo que cualquier persona diria, una pareja formal...pero a Joss, algo seguía atormentandole cada vez que hacia el amor con Nora.
Habian construido un parador cercano a la carretera que llevaba a los maizales del pueblo. Sus neones de un color extridente, parpadeaban dibujando la figura de una mujer acariciandose los pechos. No fue de un gran agradado para las paisanas, que lanzaban piedras contra su fachada, de camino a la faena. En cambio, sus cónyujes, a hurtadillas, más de una noche asomaban el pescuezo para fisgonear a través de las ventanas del curioso edificio.
Había ocasiones, en que las mujeres dormían sin la compañia de sus maridos y cuando se acercaba la hora de comenzar la jornada, ellos volvían a sus casas con la esperanza de que sus parientas no les esperasen despiertas.
Joss, ya no era aquel chiquillo que acompañaba a su madre al mercadillo cargando la cesta con las hortalizas que su familia habia recolectado. Su aspecto viril, le había convertido en un buen mozo, del cual todas las habladurias de años anteriores, se habían enterrado. Tenía a Nora, una mujer bella y trabajadora. Ambos llevaban un horno donde hacían el pan. Un buen futuro, planeado por una madre estricta y muy creyente, tanto que se pasaba los días enteros rezando frente al prostibulo, piediéndole a Diós que lo derrumbasen, con todas aquellas putas dentro.
Llegaban las fiestas , y las calles se llenaron de farolillos; matado al cerdo, toreado a la vaquilla, y humillado al tonto del pueblo, se daban por finalizadas, no sin la comparsa habitual tocando el cierre del baile. En la plaza, se concentraban las parejas, que bajo la vigilancia acosadora de los padres, trataban de manosearse. El reloj tocó las doce, y cuando el alcalde quiso anunciar el fin del festejo, se vió interrumpido por la jauria que armaban un grupo de prostitutas, abriéndose paso entre la multitud, sorprendida ante semejante y repentino espectáculo. Habían bebido más de la cuenta, y agarraban por la pechera a los ancianos, invitándoles a bailar. Entre trompazos, saltaban aguantando sus voluptuosos cuerpos, sobre unos tacones de aguja, mientras las madres, apartaban la vista de los menores, que fijamente, anclaban en los casi descubiertos senos, que movían sin parar, frotándolos el uno contra el otro, buscando la provocación. Hasta el párroco dejó su oración para más tarde, y uniéndose a aquel asombro colectivo, se santiguó tras recibir el sonoro beso, de los labios de una de ellas.
Después de un buen rato de asombro general, solo una persona fué capaz de acabar con tal descontrolada situación. La madre de Joss, palo en mano, comenzó a repartir leña indiscriminadamente, con el fin de espantar al descarrilado ganado. Con el horror en su mirada, golpeó sin cesar a una de ellas, debilitada por el alcohol. Fué dantesca la escena...pero nadie se atrevia a pararla. Al cabo de unos minutos, ella arguió el garrote, con el fin de arremeter contra la siguiente, pero no hubo tiempo para más, porqué despaboridas, regresaron a su convento, mientras los demás recogían del suelo, el cuerpo sin vida de la joven prostituta.
No hubo juício, tan solo se acallaron bocas, la ley no indagó en el suceso, y a la madre de Joss, veneraron como heroína. Cerraron el lupanar, y fué declarado lugar de encuentro para jóvenes y no tan jóvenes, donde saciar la sed de sexo.Con los años, lo tiraron abajo, y allí mismo se construyó, el párroco, su hogar.
Joss, que paseaba de camino a la céquia, en busca de su hijo, reparó en un detalle que encontró a la puerta de la entrada de la misma casa. Cuando se aproximó encontró una pelota, y el almuerzo dentro de lo que al parecer era el maletin de un niño. No se extrañó mucho y decidió seguir caminando. Cuando estaba apunto de rodear la esquina que conducia directamente al maizal, un grito le paro en seco. Venía de la casa del párroco. No era un grito de un crio mientras juega, no era un grito normal...de pronto se estremeció y el impulso le empujó hacia una de las ventanas de la fachada. Tenía un poco de mugre que limpió con la manga de su camisa, dibujando un círculo que le permitiera ver mejor el interior. Allí estaba el párroco junto a la madre de Joss, una pareja de hombres y un fajo de billetes, que intercambiaban entre ellos mientras la mujer los contaba. A la izquierda de uno de los hombres, un niño que lloraba desconsoladamente. Mientras el párroco, iba y venía de la cocina al salón, algo nervioso, el crío intentaba soltarse de la mano que le apresaba, pero al ver que no podía, pataleaba y gritaba. Joss apenas entendia... De pronto, pudo descifrar la cara de aquel chiquillo, era Tomás, el niño que hacía un mes, le daban por perdido en el pueblo. ¿Qué demonios haria ahí?- Joss se preguntaba. No pasó ni un segundo cuando pudo averiguarlo...Los dos hombres, acompañados de la mujer, subieron a las estancias de piso de arriba, instantes después la madre de Joss, bajaba la escalinata, muy sonriente y frotándose las manos, se acercó al párroco. Entre ellos una frase muy corta, y un beso puso final a la visita de aquella mujer a Don Carmelo. Ésta guardó la parte del trato que le pertenecía, en el refajo de su vestido, y muy digna, se dirigió a la salida.
Años después, un par de niños más, desaparecieron. Joss se fué del pueblo y Nora jamas volvió a saber de él.
Al entierro de su madre, fueron muchos los paisanos que velaron el cuerpo que ahora descansa en un panteón, que con sus propias manos contruyeron en memoria de una mujer tan plena de fé y que tanto habia hecho por el pueblo.



3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. DEL ARMARIO SALEN MUCHAS COSAS, PERO SE GUARDAN MUCHAS OTRAS QUE DEBERIAN SALIR.

    ResponderEliminar